Esfera Pública//¿Somos realmente responsables de nuestra seguridad?

Una vez más nos hemos enterado de que el saldo de la pausa vacacional de Semana Santa en este 2014 resultó muy lamentable. Demasiados accidentes, pérdida de vidas humanas y daños incalculables. Todos estos hechos ponen de nuevo en el centro de la atención pública el tema de la seguridad vial y la conciencia ciudadana respecto a los límites a la hora de consumir.

Los accidentes y su inaceptable pérdida de vidas son el resultado de la combinación impredecible —pero siempre esperable— de todos los factores de riesgo asociados a la realización de actividades humanas: fenómenos climatológicos, operaciones empresariales llevadas al límite de la rentabilidad, desdén por la seguridad, y presiones mercadológicas para aumentar el consumo.

Las respuestas que casi siempre escuchamos no parecen contemplar debidamente todos los factores que inciden en este tipo de tragedias. Como es frecuente en este tipo de situaciones, ya se ha anunciado la realización de nuevas campañas y programas de prevención. Como resulta obvio, la opinión pública nacional no tendría que aceptar argumentaciones tan simples.

Incluso en las naciones con mayores niveles de seguridad, como las nórdicas, los accidentes suceden y no hay forma de evitarlos completamente. De lo que sí se trata es de definir si en el funcionamiento habitual de una economía como la mexicana lo fundamental es satisfacer los instintos consumistas de las población, o mantener la seguridad que debe existir.

Al plantear esta interrogante, asumo de entrada que algunos de mis colegas tienen razón cuando afirman que no se trata de una oposición, de una disyuntiva; sino que en realidad la satisfacción de los deseos de consumo es un factor necesario, aunque no suficiente, para garantizar y ampliar la seguridad.

Sin embargo, y tal y como ha venido ocurriendo en nuestro país, lo que parece existir es una contradicción entre estos dos rasgos. Se tiene así que el debate sobre una mayor promoción del consumo salvaje se ha ampliado y complicado de tal manera, que muy pocos ciudadanos y organizaciones son capaces de seguirlo y de participar en él.

Consecuentemente, el tema en su conjunto requiere de cambios profundos que, por lo menos, comiencen a revertir los rasgos más negativos de su actual condición. De ahí que no parezca recomendable que la estrategia de mejora de la seguridad vial se centre solamente en la realización de campañas de concientización.

Lo que se requiere es formar una nueva alianza entre gobierno, sociedad y empresarios para generar un modelo de convivencia social que otorgue a la capacidad de consumo y a la seguridad el mismo nivel de importancia.

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