LATIDOS CULTURALES//Vacío existencial

La vida lleva consigo un conjunto de vivencias, aprendizajes, luchas, éxitos, fracasos, dentro de un espacio y en un tiempo determinado, donde se comparte el día a día junto a otras personas: familiares, amigos y allegados, pasando por el desconocido que se acerca en medio de la calle o el que viaja en el asiento de junto de un transporte público.

La vida cotidiana de cada persona es lo común, habitual o esperado y nutre de respuestas a las dudas planteadas, «se presenta como una realidad interpretada que tiene significado subjetivo de un mundo coherente». El mundo en donde vivimos se caracteriza por la presencia de relaciones cara-a-cara afectivas. Este ‘mundo circundante’ (Umwelt) ofrece seguridad existencial al individuo y garantiza el desarrollo de un sentido de vida, por ser el mundo al cual estamos habituados a vivir en forma estable y rutinaria, fuera de posibles situaciones de riesgos, duda o incertidumbre.

El sentido de la vida surge por la necesidad de dar solución a los problemas que tenga una colectividad o un individuo en particular. Constituye la respuesta ofrecida a las preguntas o problemas que implica la vida: ¿por qué vivir? ¿Para qué vivir? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Qué hacer con mi vida? ¿Qué camino seguir? ¿Qué hacer para sobrevivir? Entre otras tantas ‘cuestiones existenciales’. El sentido de la vida es un «esquema que reúne modelos de actos de las líneas más diversas y los acomoda en una proyección de un sentido que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte».

La construcción de un sentido de vida se inicia en la socialización primaria (familia), la cual posibilita una base ontológica sólida que ofrezca seguridad y certidumbre existencial, como punto de arranque para la definición de la identidad del yo y sentido de vida. Esta proceso continua a lo largo de la vida en una relación dialéctica entre lo subjetivo y lo intersubjetivo (medio social), en la vida cotidiana hasta el momento de la muerte.

Ante el papel de la familia en la formación del sentido de vida, es importante considerar la influencia familiar en las personas dentro de la sociedad venezolana, al considerar la hipótesis de Mikel de Viana con respecto al «familismo amoral de los venezolanos». El carácter ‘familista’ de una sociedad fue propuesto por Edward Banfield  en donde estableció en su estudio realizado en una población al sur de Italia que las personas actúan como sí buscaran: «maximizar las ventajas materiales y a corto plazo de la familia nuclear y asumir que los demás harán los mismo».

El desarrollo de un sentido de la vida puede verse frustrado en la medida en que las metas, anhelos o expectativas de vida no sean realizados o nuestros parámetros de vida de seguridad y certidumbre sean afectados por situaciones de ‘crisis’ donde no se cuenta con las herramientas adecuadas para afrontarlos.

En tales situaciones, la presencia de un conjunto de sensaciones y cambios en nuestro día a día, surgen como ‘síntomas’ de un estado de frustración existencial que afecta nuestro sentido de vida que ha sido denominado por Viktor Frankl fundador de Logoterapia como un ‘vacío existencial’: «la pérdida del sentimiento de que la vida es significativa»,  las personas presentan «el sentimiento de que sus vidas carecen total y definitivamente de un sentido. Se ven acosados por la experiencia de su vaciedad íntima, del desierto que albergan dentro de sí». «Un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres». Se siente que ?la vida no tiene sentido? y que ‘no vale la pena vivirla’.